Adiestramiento


La decisión de compartir nuestras vivencias con un animal como el perro no siempre es tan sencilla como pudiera parecer. Las travesuras, el adiestramiento, siquiera básico, el cuidado e higiene y el tiempo que debemos dedicar a nuestro mejor amigo irracional son factores a contemplar con absoluta frialdad y cálculo, antes de optar por una elección precipitada.

Aquellos hogares, sobre todo en las grandes ciudades, que acogen una familia más o menos grande, han de contar con la decisión unánime de todos los miembros familiares, de aceptar los "Pros" y "contras" inherentes a la posesión de un perro.

Siempre han de considerarse muy seriamente los inconvenientes. Las ventajas se nos darán, por añadidura, con la lealtad, la fidelidad y el cariño incondicional de un ser vivo, inteligente y sumiso, que no regateará ni siquiera su vida en defensa de sus amos. No debe parecer que seamos reacios a tener un perro en la familia, ni mucho menos, sólo intentamos que no haya perros abandonados o rechazados por sus amos al poco tiempo de haberlos adquirido.

El perro, sobre todo en la ciudad, requiere atenciones y tiempo. Se necesitan un par de horas, a lo largo del día, distribuidas en tres o cuatro veces, para que el animalito pueda salir a un parque o jardín a correr, gastar energías y, lógicamente, evacuar sus residuos fisiológicos.

En la casa ha de existir un rincón con una cesta o colchoneta que sea el dormitorio de nuestro perro. Asimismo, deben dedicarse algunos minutos a la preparación del alimento y a la higiene del animalito. Un cachorro pequeño deberá efectuar de tres a cinco comidas diarias, según la edad, y bajar a la calle con mucha más frecuencia, para que se convierta en un ser limpio y ordenado.

EDUCACION BASICA DEL CACHORRO

Una vez aceptado, por el consejo de familia, el perro en casa, la mayoría de nosotros decidimos comprar o adoptar un gracioso pequeñuelo de dos o tres meses de edad.

Aquí comienzan los problemas para los no iniciados, y surgen las discrepancias sobre la forma más adecuada de educar a nuestro perro.

¿Cómo evitar que llore por las noches? ¿Por qué elige la mejor alfombra para hacer sus más groseras necesidades fisiológicas? ¿De que manera hemos de convencerle para que acepte el rincón que le hemos destinado? Estas y otras cuestiones han de surgir, inevitablemente, y pueden ser solventadas conociendo la fisiología del cachorro y dedicándole bastante tiempo y cierta constancia.

El pequeño, cuando es separado de su madre y hermanos, sufre un lógico y evidente stress , que hay que mitigar y comprender. Le asignaremos una cesta, previendo el tamaño definitivo del animal, acorde con su raza o antecesores, en su caso, y sobre ella dejaremos una toalla o prenda lavable que haya estado en contacto con la madre. De esta forma, el animalito acudirá a ese sitio de olor familiar, permaneciendo acurrucado en el mismo. El lloriqueo nocturno, o cuando está solo, puede intentar paliarse, situando junto a la cesta un reloj despertador de cuerda, que con su acompasado tic-tac acompañará al cachorro, recordándole los latidos del corazón materno. Aun así, el perrillo intentará conseguir la compañía de sus amos, durmiendo en la alfombra o, lo que es peor, en misma cama de sus propietarios. Esta costumbre, una vez iniciada, será difícil y traumática de erradicar, y sólo cabe la energía inicial, no permitiendo esas primeras noches que el animalito se salga con la suya..., ablandándonos el corazón con sus lamentos.

A fuerza de paciencia se consigue que nuestro joven pupilo admita su cesta y el rincón que se asigne, aprovechando los trucos ya mencionados de la toalla y del despertador o, tal vez, dejando que, cansado de lloriquear, acepte su nueva situación.

El problema de las necesidades del cachorro podría llenar un volumen completo sobre consulta respuestas y recetas más o menos milagrosas para que el animalito se contenga en casa y evacue en la calle. Es fundamental, a este respecto habituar a nuestro joven amigo a efectuar evacuaciones en la tierra de espacios adecuados o, por lo menos, en la de los alcorques de los árboles de las avenidas ciudadanas.

Contentarse con que la vía pública sea una letrina canina es poco civilizado, sucio y absolutamente irresponsable por parte del amo. Naturalmente, este capítulo supondrá una dedicación y paciencia constantes, durante los primeros meses, que posteriormente nos compensará la posesión de un perro limpio y civilizado. La frecuencia de comidas del cachorro de dos meses es de cuatro a cinco diarias, y ha de bajársele a los lugares indicados, en brazos, inmediatamente después de cada toma.

Además, si cada tres horas, incluso por la noche, se saca al perrillo a la tierra, en la calle, pronto se habituar a no orinarse en la casa. Cada vez que el pequeño haga correctamente sus deposiciones se le premiará con caricias y palabras cariñosas. Aun con todos estos desvelos puede ocurrir que el animalito ensucie en casa, pues bien, no debe nunca restregarse el hocico del perro por la suciedad ni pegarle, esto sólo conseguirá desconcertarle y tornarle nervioso.

A lo largo del desarrollo, la dentición y su muda supone, muchas veces, la manía, por parte del cachorro, de morder todo lo que encuentra a su alcance. Como norma básica, no debe dejarse mucho tiempo solo al perrito, y es conveniente ofrecerle un hueso de goma endurecida, que será a la vez juguete y terapéutica para sus dientes.

Una de las manías más molestas de gran número de perros consiste en saludar a sus amos y visitantes, poniendo sus patas delanteras sobre la persona y dando saltos y cabriolas a dos patas. Esta costumbre, que puede calificarse cuando menos de molesta si se trata de animales adultos de razas de gran tamaño, se evita desde su comienzo pisando, el amo, con suavidad, los dedos de las patas traseras cada vez que el animalito se abalance..., en pocos días, la fea costumbre habrá sido relegada y el can adoptará otras actitudes de bienvenida tan efusivas pero menos pesadas. 

EL COMPORTAMIENTO EN LA CALLE

Otra de las primeras enseñanzas que deben impartirse a nuestro joven perro es la absoluta obediencia a la llamada del amo. El cachorro en la calle pronto comienza a corretear, a seguir a determinadas personas e, incluso, a intentar jugar con otros congéneres. Las ordenanzas municipales, en casi todos los países, exigen que los perros siempre caminen sujetos por la trailla que debe portar su amo. Sin embargo, y aunque esto sea lo preceptivo y deseable con animales adultos, al pequeño debe habituársele a bajar suelto, pero sin despegarse del costado izquierdo de su amo. Esta lección, no siempre fácil de aprender, deberá ser impartida en cada uno de nuestros paseos, castigando sin dureza y alabando efusivamente los aciertos de nuestro joven amigo. Este tipo de educación primaria debe combinarse con la automática respuesta a la llamada. En este punto de educación, el carácter del animal juega un papel muy importante, hasta el punto de que muchos ejemplares aprenden casi solos y otros, los distraídos, se empecinan en hacer caso omiso a la llamada del amo y sólo vuelven cuando quieren. Una característica primordial que debe considerarse casi regla de oro es no pegar nunca al animalito ni regañarle cuando se aproxime a nosotros, por más que lo haga, tras largo rato de huida. Muy al contrario, debemos halagarle y estimularle cada vez que decida volver con el amo.

El comportamiento de huida o desobediencia a la llamada provoca, y lo decimos por experiencia, en el propietario un sentimiento de rebeldía y frustración que hemos de dominar a toda costa. ¿Cómo hacer volver a un perro que se marcha y no atiende a nuestra llamada? En primer lugar, nunca deberemos correr hacia él, ni perseguirle.

El mejor sistema es el desprecio aparente y volver sobre nuestros pasos dando la espalda al animalito, claro que a veces, el cachorro se entretiene y despista durante largo rato antes de darse cuenta que está solo. En este momento, al pequeño rebelde se le cae, literalmente, el mundo encima, gime, trota buscando desesperadamente a su dueño entre los paseantes y asocia el mal rato con la travesura cometida. Este lapso de tiempo debe ser cubierto por un amigo, desconocido para el perro, que tenga siempre localizado al animalito. De esta forma, repitiendo el tratamiento si es necesario, suele conseguirse, cuando menos, que el perro no nos pierda de vista y acuda en el momento en que aparentemente le demos la espalda. La obediencia a la llamada en los ejemplares que de forma regular tienen el comportamiento antedicho, deberá ser resuelta en el adiestramiento específico con ayuda de un profesional.

La conducción del perro con correa es otra de las primeras fases de educación básica. La trailla puede ser metálica, con manija de cuero suave o de cuero liso o trenzado, aunque modernamente se utilizan otras de fibra sintética que pueden alargarse a voluntad y pueden ser recogidas poco a poco mediante un ingenioso mecanismo. No obstante, somos más partidarios de los modelos clásicos, sobre todo si han de aparejarse a perros gran tamaño. El animalito debe ir a la parte izquierda de su conductor, adaptándose al paso del amo, sin dar tirones ni frenazos bruscos, ni, por supuesto, arrastrar al amo.

Muchos animalitos comprenden desde cachorros lo que su propietario espera de ellos y se adaptan maravillosamente a la correa y al collar, pero otros, tercos y nerviosos, se obstinan en ser ellos los que saquen a pasear a sus dueños y no a la inversa. Tener un perro de esta índole se convierte en un peligro físico y en una auténtica tortura. Los paseos no son ratos agradables, obligaciones enojosas y forcejeantes. Hay tener muy en cuenta, en contra de la opinión generalizada, que este molesto defecto no se corrige sólo con la edad y, muy probablemente, sólo podrá agravarse llegando a ser consustancial con el can. 

La corrección y perfeccionamiento del paseo del perro sujeto con la correa debe iniciarse desde los cinco o seis meses de edad del animalito, utilizando, si fuera preciso, collares de pasador que asfixian al cachorro cada vez que tira indebidamente, pero el mejor sistema es el papirotazo en el hocico con el periódico, a la vez que se pronuncia un no brusco, pero no estentóreo. Cuando el perro vuelva a dar un tirón se insiste en la voz no con otro papirotazo fulminante. Los pasos correctos al aire del amo se deben premiar con palabras cariñosas y palmaditas suaves. De esta forma, con paciencia, pero sin ceder en ningún momento, se logrará un adiestramiento básico de convivencia, que hará de nuestro animalito un ser querido con el que estaremos deseando compartir el menor rato libre y que, si lo deseamos, podremos someter a una educación más refinada, a un bachillerato que lógicamente deberá impartir un adiestrador experimentado. 

TIPOS DE ADIESTRAMIENTO

Las normas básicas de convivencia que podemos nosotros mismos enseñar a nuestro perro, salvo casos excepcionales, suelen bastar para la mayoría de los aficionados. No obstante, un perro puede educarse muchísimo mejor dependiendo ya del carácter y las facultades del animal y de la escuela en la que se le enseñe. Los perros de caza, en función de su raza y utilización, necesitarán una educación cinegética, los pastores requerirán el aprendizaje y la práctica en la conducción de rebaños y todas las funciones propias de estos abnegados seres. Las razas de guardería y defensa han de ser condicionadas para proteger la vida y bienes de sus amos y para observar una obediencia absoluta a las órdenes de viva voz o por gestos que les comuniquen sus propietarios. Otros perros pueden aprender multitudes de trucos, e incluso ser utilizados por las fuerzas de salvamento de organizaciones internacionales como especialistas en rescates o acompañantes de ciegos y enfermos. Estos adiestramientos especializados no pueden describirse en pocas páginas, y deberán siempre ser realizados por personas expertas que conozcan todas las reacciones de los canes.

PRUEBAS DE OBEDIENCIA

Con este nombre se conocen una serie reducida de ejercicios muy sencillos, en apariencia, pero que, según las razas y los distintos ejemplares, pueden llegar a convertirse en escollos insalvables y podrán señalar, en gran medida, la aptitud del perro para ser enseñado en esta o aquella especialidad.

SENTADO, ECHADO, EN MARCHA

Pruebas casi elementales de adiestramiento básico; debe comenzarse a iniciar al perro en estas disciplinas a partir de los tres meses de edad. Casi todas las obras escritas sobre el mejor amigo del hombre desaconsejan que se use ningún tipo de enseñanza hasta pasado el año edad. Esta máxima, sin duda acertada, se refiere al verdadero adiestramiento, pero no a esas elementales normas básicas de comportamiento condicionado; pero, desafortunadamente, se extendido la costumbre de dejar que los cachorros hagan lo que quieran hasta los trece o catorce meses, y a nosotros, particularmente, no nos parece aconsejable. Es evidente que la tolerancia, durante estos primeros meses, debe ser amplia la mayor parte del tiempo, pero unos pocos minutos de clase, en los que no debe permitirse ninguna contradicción, son muy aconsejables y en los muchos perros que hemos manejado se han demostrado excelentes pilares de disciplina. Tener un perro educado no es, ni mucho menos, someter continuamente a un animal a nuestros despóticos caprichos, sino disfrutar de un amigo sano, limpio y correcto.

La posición de marcha con la correa puesta, que ya hemos comentado, es el primer punto de arranque de esta etapa. Durante el paseo, el animalito, que ya no da tirones, debe mantenerse literalmente pegado al costado del propietario girar a derecha o izquierda, según el rumbo que tome el conductor, siempre junto a la pierna izquierda de la persona. Para que las evoluciones puedan hacerse correctamente y perro y amo no tropiecen, el can deberá llevar la cabeza a la altura de la pierna del hombre, ni más adelantado ni más retrasado. En el caso de que el perro fuese adelantado respecto a la persona, ésta tropezaría con él al girar hacia la izquierda o daría un tirón de la correa si la vuelta fuese hacia la derecha. Si el dueño se detiene, el perro deberá parar o lo que es más correcto, sentarse sin perder de vista al amo, pero no queramos avanzar demasiado y continuaremos por etapas

La posición sentado, Sen o sit, se ensaya apoyando la palma de la mano sobre los cuartos traseros del animal, con fuerza, para obligarle a sentarse a la vez que se repite en voz enérgica pero no estridente, la orden correspondiente. Las primeras veces, el perro, desconcertado, tratará de levantarse o echarse tumbado al suelo..., un seco no bastará para hacerle comprender que no es eso lo que queremos, y en pocas sesiones el perro obedecerá la orden sentado con la correa puesta. Para el platz o echado sirve el mismo tipo de indicaciones, pero deberemos esforzarnos en que el perro se eche con el cuerpo recto entre sus patas, en lo que se llama postura de esfinge, y no permitir que se quede medio tumbado sobre una pata trasera o, menos aún, acostado completamente.

Estos ejercicios, realizados con el perro sujeto con la correa, deben repetirse un mínimo de dos veces diarias, con una duración por clase no superior a los cinco minutos.

La perseverancia y constancia en la ejecución de las disciplinas permitirá en veinte o treinta días que el perro convierta la lección en hábito, momento en el que podremos intentar avanzar un grado más el aprendizaje de nuestro irracional, pero encantador, compañero.

La conducción del perro con la correa al paso del amo, cambiando al unísono de dirección y sentándose a su lado cuando éste se pare frente a un cruce en la calzada o para conversar con un conocido, no se perfeccionará hasta que el animal no haya cumplido el año largo de edad, pero la exigencia previa mediante órdenes podrá intentarse a partir de los seis meses.

OBEDIENCIA SIN CORREA. LA LLAMADA

Constituye otro peldaño superior en el adiestramiento y puede combinarse con las disciplinas anteriores. En realidad, deben ejercitarse análogos ejercicios, pero con el perro libre. Durante esta fase, deberán administrarse muchos momentos de expansión, tanto mayores cuanto más joven sea el animal, combinando estos con una palabra clave que indique al cachorro que es libre para jugar, correr e incluso alejarse un poco.

La llamada es un eslabón crucial en todo el proceso de obediencia e incluso básica para el perfeccionamiento de cualquier tipo de adiestramiento. Supone el paso esencial que ha de unir hombre y perro. La orden de llamada, en el idioma que se elija, ha de ser corta, sonora y fonéticamente distinguible de cualquier otra. Precederá siempre al nombre del perro. Por ejemplo: ven, kazán, deberá modularse en función de la distancia a la que se encuentre el animal y ha de ser ineludiblemente cumplida a la carrera, quedando el can sentado al llegar a su dueño.

El mecanismo de la recompensa es el único efectivo para estimular el cumplimiento de este ejercicio y ha de combinarse incluso la alabanza con la galleta especial para canes o un bombón de adiestramiento, sin azúcar, con sabor agradable para los animales. La desobediencia puede castigarse suavemente mediante una treta psicológica, desentendiéndose aparentemente del díscolo o, en casos de total indisciplina, mediante un pequeño remojón de agua dirigida a presión por el ayudante del adiestrador. En algunas escuelas se utiliza un collar con dos terminales eléctricos unidos a un radiotransmisor que puede, a distancia, suministrar una descarga de bajo voltaje. Este sistema, usado sin reiteración y como última solución, sólo debe autorizarse en adiestradores registrados y nunca por los particulares que podrían, aun sin querer, martirizar a su propio perro.

Aunque esta orden de llamada sea cumplida en cualquier ocasión y de forma inmediata, deberá ser practicada diariamente varias veces, recompensando siempre la llegada con halagos y caricias.

TRAIDA Y DEPOSITO DE OBJETOS

Tras la respuesta inmediata a la orden de llamada, puede pasarse en pruebas de obediencia a la permanencia en posición de echado por parte del perro, esta etapa supone que el animal quede inmóvil en el lugar indicado, aunque el dueño o el adiestrador desaparezca de su vista, incluso durante largos períodos de tiempo.

Para comenzar estos ejercicios se necesitan, imprescindiblemente, dos personas. Una, el adiestrador o propietario, que con el perro en obediencia de paseo habrá de detenerse en un lugar cualquiera ordenando al perro que se eche o que se siente. Cumplido esto y añadiendo la orden seguida tras el nombre del perro, por ejemplo: Kazán quédate o King Stay, debe el dueño alejarse lentamente, corrigiendo al animal cuando quiera levantarse. Esta fase requiere mucha paciencia y un entrenamiento cuidadoso y severo. Cuando la persona que trabaja con el alumno se vuelva de espaldas a él y camine, otro observador debe vigilar que el can no se levante, y si lo hace así, levantará el brazo avisando al profesor, que de esta forma podrá, con un no enérgico, sorprender al díscolo en plena acción. Una recomendación importantísima es que jamás, mientras el perro trabaja esperando en posición de Stay, debe llamársele desde lejos. Como hemos citado anteriormente, la obediencia a la llamada debe ser fulminante y contrarrestar la orden de parada. Por este motivo, cuando el animal, echado o sentado, a veces durante muchos minutos, ve aproximarse al dueño debe permanecer en esa postura hasta que lleguemos junto a él y rompamos la orden, sin olvidar palmadas y halagos.

Un animal joven que obedece la llamada y la permanencia puede aprender rápidamente entrenamientos más especializados.

La traída y depósito de objetos es una lección que los cachorros aprenden jugando con una pelota maciza u otro tipo de juguetes especiales para animales. El clásico trozo de palo que lanzamos para hacer correr a nuestro perro y él nos devuelve alborozado, moviendo el rabo y saltando para que sigamos jugando, es un ejemplo simple de la facilidad con que puede cubrirse esta etapa de aprendizaje, pero hay que cuidar que los objetos no sean maltratados y que sean escrupulosamente depositados a los pies del amo.

ADIESTRAMIENTO EN RAZAS DE DEFENSA

Cada día más en boga, para asegurar la protección de bienes y personas, las razas de guardería y defensa tienen ciertas características comunes y más acusadas que en los otros tipos de perros. El carácter, ímpetu y agresividad de estos animales está fuertemente marcado y, por tanto, para evitar convertirles en fieras peligrosas, incluso para sus propietarios o sus familias, deben ser estrictamente adiestrados en pruebas de obediencia. La llamada y la paralización de cualquier acto han de responder a las voces correspondientes, seguidas de su nombre.

Si en cualquier tipo de aprendizaje el perro ha de conocer su nombre, en ataque y defensa es alga primordial, ya que pueden manejarse varios ejemplares simultáneamente y cada uno responder a su cometido.

Quieto, fuera o Out, sea cual sea la orden utilizada, tiene que funcionar como una ballesta, incluso congelando un ataque de un perro ya lanzado.

Es evidente que este tipo de enseñanzas difícilmente puede ser impartido por cualquier aficionado, pero, sin embargo, sí es conveniente que el dueño del animal trabaje con el adiestrador, para compenetrarse con !as reacciones y resabios de su pupilo.

La guardería de viviendas puede ser iniciada acostumbrando al perro a que se asocie la presencia de extraños con algo desagradable. Por ejemplo, si en una casa cualquiera en la que el futuro defensor está libre por todo el recinto, jugando con sus amos y familiares, se encierra al animal cada vez que alguien ajeno a la familia o a las amistades íntimas llame a la puerta y penetre en la casa, el instinto del can hará que rápidamente ladre y no permita el paso a las personas extrañas. Naturalmente, un aprendizaje especializado pulirá y completará, hasta grados increíbles, la agudeza y versatilidad del perro.

Para los ejercicios de ataque y defensa se requiere el concurso de una o varias personas que hagan el papel de malos y que deben ir protegidos con petos y mangas especiales, pero nunca nos cansaremos de insistir en que este tipo de lecciones sólo deben ser impartidas por expertos.

La custodia de objetos es otra de las habilidades que pueden abarcar los individuos pertenecientes a razas de defensa y guardería. Esta enseñan está estrechamente ligada a la de permanencia un lugar, y presupone la perfecta ejecución de misma. El dueño dejará un objeto bien impregnado con su olor (por ejemplo, un maletín con ropa interior usada) junto al perro, dándole orden de guarda unida a la de Stay. Tras alejarse, aparecerá un malo protegido reglamentariamente y con un palo en la mano intentará acercarse dubitativamente al maletín, provocando la alerta del can que no ha de atacarle si no se acerca a la prenda protegida, pero que debe intimidarle con gruñidos. Esta prueba bien realizada es de una belleza increíble y denota la bravura, dedicación y valentía de nuestros mejores amigos.

DISCIPLINAS COMPLEMENTARIAS

La dedicación, las aptitudes inherentes a cada perro y las largas jornadas de aprendizaje hacen de los animales adiestrados auxiliares muy valiosos y a veces insustituibles, y que, además del alto precio que alcanzan, consiguen un afecto que no tiene tasación, por parte de sus propietarios. El envenenamiento de los perros guardianes o su inutilización con anestésicos administrados por vía oral es una práctica común de determinados delincuentes, que así pueden, sin trabas, acceder al interior de las viviendas para satisfacer sus poco lícitos fines. 

¿Cómo puede envenenarse a nuestro ladrador guardián? La estricnina, el cianuro o cualquier otro tóxico envuelto en carne picada o queso y lanzados al interior del jardín o de la propiedad serán, en la mayoría de las ocasiones, glotonamente devorados por los canes que a los pocos minutos habrán fallecido o estarán inutilizados para la misión que les había sido encomendada. La aceptación de alimento sólo por los dueños o las personas conocidas del perro es una fase del adiestramiento que exige una contrapartida importante de los propietarios: la obligación de no separarse del perro ni siquiera en períodos de vacaciones, o asegurarse que siempre habrá una persona del círculo, aceptado por el can, que pueda ofrecerle la comida.

Este tipo de lecciones muy específicas ha de ser meditado muy concienzudamente, ya que el animal es capaz de dejarse morir de hambre antes de contravenir las enseñanzas recibidas, y un capricho inconsciente podrá hacer peligrar la vida de nuestro leal y fiero amigo.

Suponiendo que aceptamos la obligación de no separarnos nunca de nuestro guardián, la mecánica de la habituación a no comer nada que no le haya sido ofrecido por sus amos es relativamente sencilla, y puede comenzar a partir de los cinco, seis o siete meses de edad del cachorro. Para este tipo de clases necesitaremos la ayuda del veterinario que, en función del peso vivo del animal, nos preparará o recetará heméticos violentos poco odoríferos, para que no sean detectados por el olfato del can. Una vez preparadas las raciones purgantes o desagradables, se encapsulan con gelatina de repostería, utilizando guantes esterilizados de un solo uso. Posteriormente, con la gelatina fría se recubren aquellos alimentos más apetecidos por nuestro perro: carne picada, queso fundido y chocolate, por ejemplo; formando bolas de unos 7 u 8 cm. de diámetro aproximado.

Unos días antes de comenzar estos tratamientos, habremos de regularizar al máximo las horas de comida del alumno, y ofrecerle el alimento en el mismo recipiente y sujetándole por el collar hasta que digamos la orden: come, en tono muy suave y acariciante. En ese momento se deja libre al animal para que pueda ingerir el alimento. Cuando termine, tanto si ha acabado con la ración como si le sobra algo, se retirará el recipiente y sólo volverá a ofrecérsele a la hora acostumbrada. Para empezar la segunda etapa necesario recurrir a la ayuda de amigos y vecinos poco o nada conocidos por el perro y que nunca puedan, eventualmente, cuidar de él ni en ausencia de sus propietarios. Estas personas ofrecerán los cebos previamente manipulados que, sin duda, el perro aceptará glotonamente. En ese instante, el amo debe reconvenir al animalito con un enérgico no, seguido del nombre del can. Esta advertencia, que no será escuchada, estará seguida de la detección de la sustancia desagradable o vomitiva, ya en las fauces del perro, y bastarán dos o tres experiencias de esa índole para que no vuelva a comer nada que no le sea previamente ofrecido por sus amos.

Tras estas enérgicas tretas, ha de dejarse descansar unas semanas al animal, probándole de tarde en tarde con el mismo sistema y pasando último peldaño en la especialidad: la no ingestión de comida encontrada en el campo. Para esto se requiere un jardín o frecuentar espacios abiertos y dejar estratégicamente los cebos esparcidos en lugares señalados para posteriormente recogerlos y destruirlos.

Las enseñanzas pueden agudizarse recurriendo a las tentaciones, después de tener un día sin comer al perro. Periódicamente, con una frecuencia no inferior al mes, deberán de reproducirse estas circunstancias, que nos asegurarán un compañero guardián insobornable a los halagos y al alimento.

DESPRECIO AL SEXO

Normalmente es una técnica utilizada únicamente en los animales auxiliares de los cuerpos de policía o del ejército muy especializados, o por los servicios de seguridad de determinadas empresas. Requiere un utillaje especial y debe ser absolutamente controlado por personal y adiestradores muy sofisticados. Por otra parte, ha de incluir la contrapartida de la satisfacción de los instintos sexuales, lo que requiere una perrera de hembras muy nutrida y escalonada en cuanto al celo. Lógicamente, este epígrafe está dedicado a los machos, ya que las hembras pueden ser intervenidas y si no, solamente quedan retiradas del servicio durante unos pocos días cada semestre.

La utilización del perro como guardería de viviendas o fincas se ejecuta, fundamentalmente, en parejas o con hembras adiestradas. El macho, en casi todas las razas, es más impetuoso, más fuerte y más agresivo, pero la hembra es más intuitiva y, tal vez, más tenaz. La conjunción de los dos sexos asegura un bloque defensivo casi inexpugnable, y de una eficacia mucho mayor que la suma de las aptitudes individuales.

LA ELECCION DE LA RAZA PARA DEFENSA

Este punto es algo puramente subjetivo y que debe ser asumido por el futuro propietario. Las inclinaciones estéticas y afectivas son fundamentales, si bien, conviene tener en cuenta la disponibilidad de espacio, la posibilidad de satisfacer la necesidad de cada raza en cuanto a ejercicio, alimentación, higiene, etc.

Supuestos resueltos los impedimentos o condicionantes materiales, siempre habremos de elegir un ejemplar y no una raza. Es evidente la homogeneidad de características físicas y psicológicas que determinadas razas suelen presentar, pero en ese contexto general existen individuos muy diferentes. Es clásica la general aversión al dóberman por haber sido exagerada la leyenda negra de la raza, así como la simpatía por el pastor alemán. Estas actitudes son erróneas pues tan bueno o tan malo puede resultar cualquiera de ellos como un bóxer, un gran danés o un airedale terrier, y es lógico insistir en la actitud personal de cada ejemplar, lo que los adiestradores llaman el carácter. Puede comprobarse que las ilustraciones de este capítulo ha sido preferentemente dedicadas a demostrar la perfección en el adiestramiento del dóberman. Más que a una pura inclinación personal, la justificación gráfica de la existencia de ejemplares como el inmortalizado en las imágenes se debe un mínimo sentido de equidad en cuanto a la condiciones de determinados perros de guardaría y defensa.

Hay que señalar que cualquier animal de más de 30 kg. de peso y con las mandíbulas de los canes de defensa típicos puede acabar con la vida de una persona, por lo cual, es necesario educar estos perros en una férrea disciplina y no tolera que algunos desaprensivos puedan convertirla en peligrosas fieras. El perro de guardería, atado permanentemente, salvo escasos momentos, no es un animal representativo de su especie; se le ha convertido en un auténtico neurótico que ni tiene nada que ver con lo más bello y lo más noble de estos preciosos y entrañables animales.

LA EXPOSICION CANINA. ADIESTRAMIENTO 

Las exhibiciones caninas en las que se conceden premios a los mejores ejemplares de cada raza constituyen un mundo apasionante para los aficionados y sobre todo para los criadores profesionales. Ocurre con cierta frecuencia que los mejores animales, cuando estos son propiedad de particulares, no son los que obtienen el campeonato y se debe pura y simplemente a que no saben comportarse como auténticas estrellas en su clase.

Las exposiciones caninas de belleza únicamente son muestras incompletas, pero desgraciadamente cada vez más frecuentes, de las posibilidades de las diferentes razas. Los grupos sometidos a trabajo, reglamentariamente, eran juzgados en varias fases, pero las primeras eliminatorias comprendían determinadas pruebas básicas en cada grupo. Esta práctica se va abandonando y favorece la proliferación, en cada raza, de prototipos de determinados standars, según los volubles designios de la moda cinofílica imperante. Las consecuencias de esta atención preferencial a la belleza en razas de trabajo pueden ser desastrosas, favoreciendo el perro de carácter inestable, agresivo o huidizo, pero que tiene una lámina muy del gusto de cada lugar en cada momento.

Apoyando, como es lógico, el adiestramiento que permita superar holgadamente las pruebas de trabajo para aquellos perros que lo requieran, hemos de señalar, siquiera brevemente, las líneas maestras que permitan a un animal tener aire de campeón. 

Estos ejercicios deben practicarse con varios perros juntos, a ser posible variando los ejemplares, para que no se habitúen a sus compañeros de ring. Utilizaremos la correa o trailla de concurso, intentando hacer comprender al futuro ganador que con este aparejo sólo él existe en la pista. El ejemplar de concurso adoptará inmóvil la postura en que le coloque el adiestrador para hacer resaltar sus mejores cualidades, y deberá ignorar olímpicamente a los demás colegas que junto a él compiten. Hemos podido observar, más de una vez, en exposiciones internacionales cómo los paseadores de algunos criaderos eliminan a los competidores de particulares poco avezados, atropellando con los perros que no tienen demasiadas posibilidades a los rivales e intentando así organizar peleas que pueden acabar descalificando a ambos ejemplares o, en el mejor de los casos, al camorrista, pero habiendo ya puesto nerviosos al perro y al amo con el consiguiente hándicap para fases posteriores. Estas marrullerías, hasta cierto punto lógicas, si no disculpables, son totalmente ineficaces contra los perros sólidamente preparados.

Estas pruebas especiales para competición incluyen una importante preparación psicológica; además de las carreras circulares con paso elástico, las posturas o, mejor, las auténticas poses y las actitudes clásicas han de complementarse con un exceso de halagos para nuestro participante, que le permitan sentir la responsabilidad y la confianza de un auténtico campeón.

Los ejemplares excesivamente fogosos deben ser sometidos horas antes de la prueba a un ejercicio físico continuo y algo más intenso de lo habitual, pero sin llegar a la extenuación. El equilibrio en este difícil arte es una tarea que muy difícilmente puede llegar a lograr un particular con un sólo perro, por lo que la colaboración entre aficionados se ha potenciado especialmente en este tipo de aprendizaje, llegando incluso en exposiciones a cambiarse el perro, exhibiéndolo un amigo y colocando el amo, alrededor del ring mediante órdenes de silbato, al animal concursante.

Aunque los campeonatos influyen poderosamente en la cotización de muchos ejemplares y lógicamente mueven enormes intereses, tanto de afición como económicos, hemos de insistir en que no constituyen, a nuestro juicio, la culminación de un adiestramiento, si bien, entrañan unas peculiaridades especiales en el capítulo de enseñanzas caninas.

EL AUTOMOVIL Y EL PERRO

Las exigencias de la vida moderna han planteado una nueva problemática para el amante de los animales, y más concretamente para el cinófilo. El automóvil es, hoy por hoy, una de las máquinas con más influencia en la sociedad humana y, por ende, en los mejores amigos del hombres. Muchos perros pasan más horas en el interior del automóvil de sus amos que corriendo o jugando al aire libre, y, por otra parte, el desconocimiento instintivo de las vías de circulación hace que cada vez sean más los animalitos atropellados y muertos en calles, caminos y carreteras. Ultimamente se plantea un adiestramiento, que va siendo impartido en numerosas escuelas, conectando todas las facetas automovilísticas con la problemática cinológica.

Además de enseñar a cruzar las vías urbanas y carreteras a los perros, se les hace aprender a evitar caminos y autopistas, con la misma celeridad que los perros de pastor han asimilado estas lecciones, obligando a los rebaños a permanecer el menor tiempo posible sobre el peligroso asfalto.

Seguramente, más común y desde luego más actual es la vida del perro ciudadano en torno al automóvil. Los largos viajes de vacaciones, las salidas de fin de semana e incluso los desplazamientos diarios, son ya parte importantísima en la vida del can y exigen una serie de atenciones pocas veces seguidas, para la comodidad y seguridad de todos los ocupantes del automóvil. En muchos países está legislado en el código de la circulación dónde debe viajar el perro y las condiciones mínimas que ha de exigir ese habitáculo. Generalmente, el pasajero irracional debe ir alojado en la parte trasera (quinta puerta) de los automóviles tipo ranchera, separado del resto por una reja reglamentaria.

En otros modelos, dotados de amplio maletero trasero y para viajes cortos, pueden instalarse unos accesorios que permiten dejar el portón semiabierto, pero cerrado con llave, lo que asegura una circulación de aire suficiente. El piso de la parte destinada al animalito debe tapizarse con un alfombra de nudos adhesiva por la parte inferior, de forma que no pueda enrollarse, dejando que la chapa esté en contacto directo con las patas y evitando así que nuestro amigo se resbale y se maree. Aquellas personas que prefieran viajar físicamente junto a su perro, no deben permitir, bajo ningún concepto, que éste invada los asientos delanteros y han de bajar uno de los cristales de las ventanillas traseras para que el aire pueda penetrar, pero sin que exista suficiente espacio para que el animal pueda sacar la cabeza al exterior. Esta costumbre es peligrosísima y, sin embargo, muy extendida. 

La habituación al viaje debe comenzar lo antes posible, mejor desde cachorro, para evitar los mareos del animal y sus probables y molesto vómitos. No obstante, algunos animalitos, seguramente mal instalados, sufren reiteradamente mareos en el automóvil. En estos casos debe acudirse a la consulta veterinaria, pero pueden paliar los efectos negativos con la administración de comprimidos antimareo para niños y estableciendo, en cuanto a dosificación, una sencilla regla de tres entre el peso de las personas y la dosis, y el equivalente óptimo para el perro. Hay que insistir en la importancia de administrar las dosis correctas, ya que los efectos de una sobremedicación pueden ser muy peligrosos para el organismo de los animalitos.

Si por las circunstancias que fueren, los perros han de pasar largas horas en el interior del automóvil, debe preverse la posición de aparcamientos para dejar el vehículo siempre a la sombra, y con una de las ventanillas entornada, permitiendo la entrada de aire. Un pequeño respiradero de 2 cm. de altura es suficiente en una o dos de las ventanillas. También debe preverse un recipiente para agua involcable, que permita apagar la sed de nuestro paciente y sufrido compañero.

Un importante capítulo correspondiente al perro en relación con los viajes es el dedicado al equipaje de tan singular acompañante. En las etapas superiores a veinticuatro horas, en las que, por tanto, hemos de dar de comer a nuestro amigo fuera de casa, tendremos la precaución de llevar con nosotros el comedero habitual y la colchoneta o cesta que hace las veces de cama. Procuraremos no alterar las horas habituales de comida y, a ser posible, intensificaremos los paseos. En playas, campings y otros lugares públicos deberemos someter la libertad del perro a los reglamentos de cada colectivo, procurando que no moleste a nuestros vecinos. Hay que comprender que muchas personas no sienten la misma simpatía que nosotros por los animales, y que pueden sentirse irritadas por el simple contacto o proximidad del perro. Siempre debemos llevar en el automóvil una correa y un bozal de repuesto, pues, en algunos casos, nos podemos ver obligado a utilizarlos. Muchos hoteles, restaurantes y bares no admiten perros y siempre es mejor prever esta contingencia y reservar plazas en los lugares elegidos y deseados, previa consulta de aceptación de nuestros amigos de cuatro patas.

El maletín del perro ha de constar de dos secciones fundamentales, la higiénica y la sanitaria. En la primera habremos de incluir todos los útiles cotidianos: cepillo, bastoncillos para las orejas, colonia bactericida, tijeras, pinzas y dos collares antiparasitarios sin estrenar. El botiquín de campaña debe llevar gasa, esparadrapo ancho, tablillas, tintura de iodo o solución de mercuro-cromo, agua oxigenada, algodón, pomada y comprimidos antiinflamatorios. Además es conveniente añadir pomada cicatrizante antibiótica, jarabe o pastillas astringentes de sulfamidas neomicina y los comprimidos antimareo correspondientes. Estas preocupaciones básicas nos permiten afrontar conscientemente unas vacaciones tranquilas y relativamente aseguradas que puedan convertirse en inolvidables gracias al concurso de las continuas sorpresas que ha de depararnos nuestro perro.

LA SEPARACION, LA CORRESPONDENCIA

Desgraciadamente, en muchas ocasiones, las circunstancias nos obligan a separarnos o a deshacernos de nuestro perro. Un viaje inesperado, un traslado a otro país con estrictas normas de cuarentena, etc.

Este triste momento debe ser resuelto con serenidad. No suele ser la medida más acertada dejar animalito con algunos amigos o conocidos. Si la separación es momentánea habremos de elegir una guardería especializada, regida o al menos visada por un veterinario, y si el perro ha sido adiestrado, ha de alojarse en las instalaciones de la escuela canina. Este se ha demostrado, en práctica, el mejor método para que el animal no sufra y continúe alegre y confiado.

Lógicamente, el propietario telefonea regularmente al adiestrador, o al regidor de la guardería para interesarse por el estado de su perro, pero éste no sabe de su amo y a veces languidece irremediablemente. El remedio, muy sencillo, consiste en enviar, lo antes posible, una prenda usada interior del amo, por supuesto sin haber sido lavada, para que tenga un olor apreciable que será entregada al animal. Este, al sentir el aroma de su patrón conoce, de algún modo, que no está solo y que las añoranzas son recíprocas. La separación definitiva es mucho más triste, y supone cortar de raíz una relación muchas veces entrañable. La estancia previa con el adiestrador y el cambio de hogar, si es posible, deben se llevadas con un tacto exquisito, y caso de no encontrar un dueño adoptivo, hemos de sufragar la estancia del animalito en la guardería hasta su muerte.

La vejez de perro ha de ser asumida casi como la de un ser querido de la familia, aliviando su achaques, perdonando sus crisis de mal humos acompañando en sus postreros meses al amigo que nos dedicó cariño, fidelidad y lealtad.