Airedale terrier |
Perros de
Caza
UTILIZACIÓN DE LOS SABUESOS Y PERROS DE RASTRO
Tradicionalmente empleados para la caza, estos perros están dotados en la mayoría de los casos de una gran asistencia para la carrera sostenida y para la persecución continuada. Su olfato puede calificarse de excepcional en algunas razas como el Bloodhound y en casi todas las restantes,
al menos, muy bueno.
Son animales utilizados frecuentemente en jaurías o rehalas numerosas y que deben establecer un sistema muy jerarquizado para evitar las peleas a muerte entre machos adultos. La raza pura mantiene una relativa constante en las características físicas y psicológicas de los individuos que pertenecen a ella. Debido a esto, en muchos países tradición cinegética se han cuidado y potenciado determinadas cualidades de los animales que se deseaba obtener llegando a efectuar cruzamientos entre razas muy dispares. Tal vez en España, donde la caza mayor en su totalidad de montería no tiene equivalencia en ningún otro país del mundo, se han cruzado excesivamente los perros dedicados a estos menesteres, obteniendo perros muy heterogéneos, pero que cumplen perfectamente la finalidad para la que han sido criados: resacar de las manchas de monte los animales, haciéndolos huir en dirección a los cazadores, que aguardan apostados en lugares previamente elegidos llamados puestos.
La composición de cada jauría debe ser numerosa y, según los expertos no menor de una veintena de perros. Estos serán preferiblemente ejemplares de raza pura o cruzamientos con buenas cualidades venatorias y deben haber sido preparados para realizar a la perfección el trabajo que de ellos se demanda. Una importante condición es la estabilidad de las jaurías, es decir, que los perros se conozcan y tengan ya preestablecido su orden jerárquico, que hayan trabajado juntos y atiendan con absoluta obediencia a la llama del perrero.
Las razas de sabuesos presentan peculiaridades generales que las agrupan como óptimos auxiliares la caza en grupo para presas muy variadas. La previa clasificación de sus funciones para caza mayor menor no puede considerarse rígidamente, ya que algunas de es razas ofrecen una versatilidad fuera de toda duda, tanto para caza menor como especies de gran tamaño e incluso animales muy feroces. A mismo, algunos de estos perros pueden cumplir satisfactoriamente funciones de guardería y defensa, poniendo en relieve la polifacética utilidad del perro al servicio del hombre.
SABUESOS NORDICOS
Los perros de origen nórdico Norsk Elghund, Perro de Osos de Carelia y Spitz finlandés, presentan afinidades morfológicas muy notables. Cabeza cónica, maciza y poderosazada media entre los 45 y 60 cm. para los machos. Además su origen, indiscutiblemente procedente de los Spitz nórdicos, les dota de una espesa capa protegida o guarnecida de un subpelo denso y lanoso que les permite afrontar las más frías temperaturas así como el entorno de nieve y hielo. El rabo de todos estos perros se curva en arco sobre el lomo y su estampa es muy similar, entroneando también con los gran des Lulú, también llamados perros de alces.
La utilización de estos bravos y tenaces perros suele basarse en la jauría poco numerosa (entre 8 y 14 ejemplares) que viven conjuntamente desde cachorros o jóvenes. Cuando intentan incorporarse ejemplares machos adultos son frecuentes las peleas que, de no ser interrumpidas, pueden acabar con la vida de uno e incluso de los dos contendientes. La relación entre estos perros es muy similar a la que se establece entre las manadas de lobos. Los cachorros, escasos en cada camada, sufren por las inclemencias del entorno una selección natural muy fuerte y, consecuentemente, sólo sobreviven los más aptos. La frugalidad de su alimentación no es congénita, sino debida a los cuidados someros, a veces casi negligentes, que los cazadores norteños les dispensan en la mayoría de los casos. Por esta razón, y por la ya señalada dureza del clima, la madurez de los perros, en su medio ambiente na
tural, llega a los dos años y medio o tres años y su óptimo vital se extiende hasta los seis o siete años de edad.
La jauría se suelta durante la caza, tras el posible rastro de alces, cérvidos e incluso de osos. Los perros, excitados si encuentran vientos de la presa, emiten ladridos cortos, poco sonoros, como para alertar únicamente al cazador. Los perros parten tras la presa, seguidos de los hombres armados. El encuentro con la pieza de caza es todo un compendio de plasticidad, inteligencia y arte venatorio. Estos perros, los sabuesos nórdicos, tratan de acorralar al alce o al oso. En el primer caso, el cérvido gigante tratará de huir en carrera sostenida de sus perseguidores, intentando cortar el terreno por ríos, arroyos y quebradas, pero los inexorables perros, estimulados por la sangre de Spitz que corre por sus venas, no cejarán hasta cercar por completo al animal, al que incluso pueden llegar a dar muerte an tes de la llegada del cazador. El perro jefe de la jauría y el más próximo a la pieza muerden al cérvido en los corvejones y en los ijares. El alce, acosado, trata de desprenderse de sus atacantes, mientras el resto de la jauría lo cerca en herradura. Cuando los perros enganchados a la presa se fatigan o son heridos por la misma, son relevados automáticamente por otros dos o tres, los siguientes en jerarca, así hasta que llega el hombre o, más raramente, hasta que los perros consiguen abatir al alce.
En el caso de la caza del oso, la tarea es mucho menos fatigante, pero más arriesgada. Cuando el rastro del plantígrado es encontrado, los perros se lanzan tras él, de forma más ruidosa; parecen traslucir su excitación por la modulación de sus ladridos, no obstante, profundos y casi inaludibles a media distancia. El oso perseguido intenta la huida, pues su aversión por los perros es algo espectacular. Si encuentra hielo flojo en la proximidad del mar o de gran lago está prácticamente salvado, pues se sumerge en el agua, poniéndose a cubierto de sus perseguidores. Si, por el contrario, está lejos de agua libre o rodeado de nieve, buscará un talud o algún accidente del terreno para esperar a la jauría.
Cuando los perros alcanzan al oso se produce un concierto de ladridos y gemidos muy agudos que se entremezclan con los feroces rugidos de la fiera. Los perros experimentados rodean a distancia al
plantigrado, entreteniéndolo con fintas y quiebros, pero siempre ocurre que algunos de los más jóvenes, llevado de su ardor y ciega valentía, acometen al oso a mordiscos. Estos ejemplares suelen morir o resultar malheridos en el encuentro. Por esto es fundamental disponer de una jauría experimentada, a la que se van incorporando cachorros que adquieren experiencia con estos lances, demostrando una extraordinaria aptitud para escarmentar en cabeza ajena. No significa esto falta de valor o cobardía de los perros, sino correcto uso de sus cualidades. Un jauría suicida pronto verá tan mermados sus efectivos que el oso podrá romper el cerco y huir ante de la llegada del cazador. En ese tipo de caza es fundamental sujetar la pieza y mantenerla al alcance del hombre; pero lo extraordinario de estos sabuesos nórdicos es que efectuaban su trabajo hace mucho tiempo, cuando había que mantener al alce o a los osos a tiro de lanza o de arpón y realizar la labor abnegada de interponerse entre la fiera y el cazador si por azar el oso herido cargaba contra el hombre. Multitud de historias laponas y leyendas noruegas han transmitido de padre a hijos durante las largas noches boreales las hazañas de determinadas jaurías y más concretamente de sus jefes, perros heroicos, bravos y cuya fidelidad al hombre mereció que pasaran al álbum de la tradición.
LOS SABUESOS EXOTICOS
Como tal pueden clasificarse dos razas de perros cuyo parentesco es menos que probable y, sin embargo, son originarios de zonas tropicales y subtropicales del continente africano, nos referimos concretamente al Rodesiano y al
Basenji.
La cabeza del Basenji y muchas de sus posturas y actitudes nos recuerdan el aire de los perros de los faraones que están esculpidos en jeroglíficos o inmortalizados en pequeñas estatuas y relieves. Esta raza descubierta a finales del siglo pasado por exploradores ingleses que se internaban en el antiguo Congo (hoy República del Zaire) era mantenida por los indígenas para auxiliarles en la caza de pequeños animales y como centinela de los poblados, ya que con sus ladridos alertaban a los pobladores de cualquier presencia extraña.
El temperamento de los Basenji permite la convivencia en jaurías más numerosas, pues su pasión por el juego inhibe las peleas cruentas y las confrontaciones, aun entre machos adultos, no suelen pasar de al gunos ladridos y mordiscos marcados sin clavar los dientes, ciertas posturas desafiantes y el posterior e inevitable juego. Su ladrido, muy particular, se torna más agudo cuando acosan la presa guiados por su buen olfato. No obstante, estos perros, importados a Europa se han convertido en animales de compañía dejando de desempeñar sus ancestrales funciones.
El Rhodesian Ridgeback, utilizado en Sudáfrica como perro de guardería y defensa, así como sabueso en los safaris, es un animal con un carácter mucho más serio que del Basenji, dulce y cariñoso con sus amos, pero sumamente desconfiado con los extraños y francamente feroz en la caza. Se cuenta que jaurías de cinco o seis ejemplares han conseguido por sí solas dar muerte a un león. Estas hazañas nos resultan incomprensibles en animales tan dóciles con el hombre, pero lo que es seguro es su inmejorable comportamiento en los safaris, siguiendo rastros de las fieras heridas a las que localizan y fijan hasta la llegada de los tiradores.
La característica cresta a contrapelo, en lo alto del dorso, se atribuye según una bella leyenda indígena, al zarpazo de su encarnizado enemigo en la caza, el león. Según esta historia, recogida de labios de un indígena en tiempos remotos, algunas de las aldeas estaban aterrorizadas por la presencia de un león macho de melena oscura que mataba el ganado y también robaba a los niños y jóvenes que se aventuraban fuera del poblado. La amenaza del poderoso felino fue extendiéndose tan rápidamente que los naturales. LEBRELES Y SABUESOS: PERROS DEPORTIVOS
Estos conjuntos de razas, clasificados en grupos muy dispares, presentan dos analogías fundamentales: Son animales de caza. Los galgos, en parejas o aislados, utilizan su perfecta anatomía de corredores para atrapar liebres y otras piezas pequeñas, con el único auxilio de su velocidad e inteligencia, para cortar los quiebros de la presa. Los sabuesos, en grupos numerosos, acosan la caza mayor y persiguen a su presa sin tregua, a través de terrenos desiguales y durante varias horas hasta acorralar y fijar la pieza.
La otra componente similar, es el carácter deportivo de estos bellos animales, cada vez menos utilizados en sus trabajos naturales, debido al sacrificio económico que representa criar y entrenar una buena collera de galgos o mantener y adiestrar una magnífica rehala de sabuesos de caza mayor.
Son perros que necesitan trabajar y ser entrenados en grupos, y que exigen atenciones y gastos que, hoy en día, muy pocas personas pueden permitirse. Afortunadamente, algu nas sociedades de cazadores, han establecido una especie de cooperativas de batidores y rehaleros, que mantienen algunas jaurías, que comienzan a preocuparse de la pureza de la raza de los perros tanto como del trabajo que realizan.
LOS GALGOS EN EL DEPORTE. CAZADORES EN CAMPO
De todas las razas de galgos oficialmente reconocidas por al Federación Cinológica Internacional, únicamente el Greyhound y el Galgo español, se utilizan con profusión en las carreras en campo, persiguiendo liebres vivas o bien, en los canódromos de todo el mundo, tras la liebre mecánica o eléctrica.
En Estados Unidos, se organizan de forma minoritaria, carreras de Afganos, por el puro y maravilloso espectáculo de ver al velocista de los flecos, cortar el viento en rápido ga lope, mientras su espectacular librea se ondula y mece a contraviento. No obstante, hemos de reiterar que, las competiciones de lebreles en trabajo puro, es decir, en campo o como sofisticados señuelos de una ganancia fácil, estrellas de canódromo, cuidados y mimados como famosos atletas, sólo giran alrededor de dos razas de galgos: español e inglés.
Es de justicia reconocer el origen común de las dos razas y la posible existencia de aportes de sangre en una u otra dirección.
Existe, aún no reconocida por la FCI, una raza denominada Anglo-español que, es fruto de cruzamientos seleccionados de galgo español con Greyhound, y que han proporcionado extraordinarios perros de trabajo en las competiciones galgueras.
El galgo español, apreciado, cuidado y casi mimado en el centro y sur de España, no está demasiado difundido en los canódromos de otras partes del mundo que, exhiben preferentemente, ejemplares de su homónimo inglés.
La belleza de las carreras de galgos en campo, conjuga plasticidad, emoción y deporte, ya que el seguimiento a caballo de la collera tras la liebre, supone un magnífico ejercicio de dominio hípico. En este deporte, se aúnan los dos animales más nobles; para el ser humano, el perro y el caballo.
La tradición de estas carreras se remonta, al parecer, a los tiempos del imperio romano, en el siglo II de nuestra Era. Se adjudica a Flavio Arriano, la confección y divulgación de un rudimentario reglamento, muy parecido al procedimiento que aún se utiliza hoy en algunas competiciones españolas: un hombre o dos a caballo, que acompañaban la carrera de la liebre y los perros, mientras que el resto, formaba un frente que iba batiendo el terreno hasta levantar la peluda de la cama. Al llegar al final de la extensión prevista, el frente de batidores sigue otro pasillo similar al recorrido, pero en dirección contraria. Cada hombre, debe respetar su puesto en la línea, y si lleva perros, sólo debe soltarlos cuando indique el mayoral de la partida, y en el momento que esta persona señale, para dar a la liebre una oportunidad de ofrecer un bonito espectáculo y de escapar de sus perseguidores.
También se indica en este reglamento primitivo, la conveniencia de no gritar ni vocear durante el transcurso del lance, así como el número de galgos que, debían participar en cada levantada, aconsejando no utilizar más de dos perros para evitar que los animales se estorben durante la competición y permitir que la liebre tenga oportunidad de burlar a sus perseguidores.
Es justo señalar que, la finalidad hoy día, de este deporte, no es la caza y muerte de la pieza acosada, sino más bien, el placer de ver correr los galgos, acompañándolos a caballo por el campo y emocionarse con las incidencias de la persecución, quiebros, recortes, subida de repechos y cuestas, etc.
Este deporte, es cada día más raro y sólo en determinados países subsiste como tal, estando prohibido en otros muchos y siendo prohibitivo en casi todos.
Jueces, batidores, galgueros, caballos y perros, exigen un desembolso económico importante, y por otro lado, las zonas naturales donde podrían practicarse estas carreras, resultan cada vez más escasas y distantes de las grandes ciudades.
Las últimas reglamentaciones vigentes, no necesariamente adjudicaban la victoria de la carrera al galgo que alcanzaba y daba muerte a la liebre, sino que existía un baremo de puntuación así como diferentes penalizaciones. Los jueces de la carrera, eran inapelables y en determinadas ocasiones, su conocimiento del reglamento, establecía fallos, que no eran comprendidos por los espectadores poco avezados, pero la polémica y la discusión civilizada también forman parte del ambiente galguero.
LAS CARRERAS EN RECINTOS ESPECIALES - LOS CANODROMOS
La belleza plástica y la emoción que suscitaban las competiciones de galgos en campo, hicieron pensar a algunos aficionados, en extender y popularizar este deporte. Era necesario el mayor número posible de público interesado y al mismo tiempo poder ofrecer un buen espectáculo, cosa no siempre factible en plena naturaleza. Parece ser que, fue a finales del siglo XVIII y con toda seguridad durante el XIX, que se cercaron extensiones más o menos despejadas con gateras o espacios huecos por donde pudieran escapar las liebres que encontraran estas puertas de salvación. Las piezas que se mantenían unos días en la superficie cercada, con objeto de que pudieran habituarse al terreno, eran animales de las proximidades, a los que se obligaba a introducirse en el recinto preparado, abriendo un gran portón, y siendo batidos hacia el mismo. Posteriormente, se procedía como en las carreras en pleno campo. Este tipo de reuniones permitía la celebración de jornadas muy apretadas en las cuales, los intercambios de apuestas hacían subir la temperatura pasional hasta límites insospechados.
El origen de las carreras de galgos se pierde en los tiempos de la hegemonía griega, en el Mediterráneo, y transmitida al imperio romano, se extiende con éste, pasando a las Islas Británicas, en donde toma su más perfecta y rígida normativa; hacia finales del siglo XVI, gracias al duque de Norfolk, posteriormente, se va puliendo hasta aparecer a finales del pasado siglo los reglamentos y clubs para la observancia de los mismos.
Estas tentativas de popularización del deporte de carreras de lebreles, posibilita a través de múltiples intentos, el paso del campo a la pista. En Inglaterra, a mediados del pasado siglo, se intentan carreras en pista recta, utilizando, como señuelo, una liebre disecada, montada sobre un patín, que era arrastrado por un cordel enganchado a un torno. Al principio, este sucedáneo de las carreras en campo, no tuvo ningún éxito; los aficionados echaban de menos las guiñadas de la peluda y los lances de los perros en los zig zag y revueltas, además de resultar la carrera en pista una prueba de velocidad pura. Otro factor que fue, al parecer, decisivo en el fracaso de este primer intento, era la agresividad de los perros que, frecuentemente se enzarzaban en peleas, desluciendo el objeto de la carrera. Se arbitró la fórmula por parejas y rápidamente, cayeron en el olvido. No fue hasta después de 1919 que comienza la auténtica expansión de las pistas ovaladas de liebre artificial, mecánica o eléctrica, y el boom de los canódromos. En 1928, se funda el National Greyhound Racing de Inglaterra, que establece las normas a seguir en los principales recintos y comienza a matricular los perros más aptos para las carreras que, previamente, debían poseer el correspondiente pedigree, acreditativo de su inscripción en el Libro de Orígenes. En cada canódromo, existían manager oficiales que se encargaban de la puesta a punto de los perros, por encargo de sus propietarios. Las distancias en pista, al igual que antaño, varían de 200 a 700 metros, siendo las más populares, las que oscilan entre 400 y 500 metros.
Normalmente, los participantes son exhibidos por los cuidadores antes de la carrera, vestidos con unas mantas de raso, de diferentes colores, y mostrando visiblemente el número con el que compiten. Esta ceremonia protocolaria, parece tener en los perros una importancia básica, ya que prepara o condiciona psíquicamente al galgo para el esfuerzo que habrá de realizar a los pocos minutos. Los perros, se encajonan en los boxes o jaulas de salida, que son abiertos a la vez mediante un mecanismo sincronizado, cuando el señuelo se encuentra a la distancia reglamentaria. Los perros van provistos obligatoriamente de bozales especiales, descalificándose a los que, a pesar de todo, originan peleas o producen caídas del resto de los corredores.
CARACTERISTICAS GENERALES DE LOS GALGOS
Tanto el Greyhound como el Galgo español, han sido minuciosamente descritos con sus estándares respectivos, sin embargo, debe destacarse las peculiaridades especiales de estos lebreles como sujetos de competición.
Son, en general, perros grandes, poderosos, de pecho plano, pero muy profundo y de amplio desarrollo permitiendo una excelente oxigenación de la sangre, cuando somete el organismo a esfuerzos máximos. La línea dorsal, es como un arco tensado, con una musculatura impresionante en hombros, grupa y riñones. Las costillas, que se marcan mucho en los ejemplares a punto, están enmarcadas por unas masas musculares que parecen un estudio anatómico viviente, una escultura en movimiento rápido, una instantánea del galope, que representa el galgo en acción.
El cuello, tiene particular importancia en esta máquina de correr, ya que su longitud, flexibilidad y fortaleza, van a influir de forma decisiva en el equilibrio de las masas musculares, lanzadas a la carrera. A la vez contrapeso e impulsor, el cuello largo y elegante es la guinda al soberbio pastel de un buen galgo.
La capa del galgo juega, en el aficionado, un papel importantísimo en cuanto a las preferencias. Los colores más apetecidos son el canelo, de color café con leche; el barcino o atigrado, en claro o en caña, y el mosqueado, con manchitas pequeñas y elípticas sobre una capa clara. La policromía y distribución de manchas, origina, además, una serie de denominaciones específicas: calzado, cuatralbo, botinero, etc.
Las manos y pies deben estar perfectamente constituidos y ser fuertes y elásticos. Los dedos, bien juntos y apretados, han de examinarse para asegurar el correcto movimiento y desarrollo muscular de cada uno. El desgaste de las uñas, nos ofrece el distintivo más claro de los defectos en el galope del perro. Un galgo, teóricamente perfecto, ofrece las uñas desgastadas por igual, sin estrías ni roturas y sin presentar roces laterales, más frecuentes en las uñas de los dedos correspondientes a las patas traseras. Las almohadillas plantares deben estar bien encallecidas, duras y sin grietas.
Por último, los músculos torácicos, así como los de las patas, han de repartirse en masas compactas y elásticas.
EL CARACTER
En el apartado dedicado al adiestramiento del galgo de competición, trataremos este capítulo desde el punto de vista del binomio preparador - perro, sin embargo, debe partirse de un estándar también en lo relativo al carácter.
Los galgos son perros altivos, seguros de sí mismos, muy agresivos y, no obstante, cariñosos con sus amos. Desde que tienen tres o cuatro semanas de edad, deben apuntarse cuidadosamente las reacciones de cada ejemplar, su comportamiento en los juegos con sus hermanos, sus iniciativas, etc.
El animal nervioso, huraño o muy agresivo, debe descartarse para competición y, desde luego, como reproductor, pero también el demasiado zalamero o abúlico. La ferocidad es innata en este cazador impenitente, pero debe ser controlada y nunca gratuita, pues una característica como ésta no se corrige con el aumento de la edad, sino que normalmente, se acentúa, originando problemas de toda índole.
El equilibrio en el carácter es un factor fundamental muy observado y apreciado por los cuidadores que, sin embargo, son sumamente reacios a desvelar sus pequeños secretos.
Uno de los test que suelen realizarse con los galgos, aún cachorros, es el arrastre de una piel de liebre, atada con una cuerda. La camada, debe seguir la falsa pieza intentando morderla, sin desviarse de su objetivo, ni entretenerse mordiendo o saltando sobre sus hermanos.
La observación de las reacciones que este entrenamiento previo provoca en los jóvenes galgos, en repetidas ocasiones, selecciona de partida un importante número de ejemplares.
El comportamiento del galgo de carreras, se condiciona excitando al animal antes de hacerle competir; de esta forma, se regula la secreción de hormonas que van a permitir a los músculos, rendir un esfuerzo mucho más fuerte de lo normal. Los entrenamientos físicos, largos paseos y carreras moderadas, irán, asimismo, configurando un carácter especial de atleta y estrella en el lebrel destinado a la competición deportiva.
Ya hemos mencionado el cariño, a veces casi morboso, que el galgo profesa por su dueño y el recelo con .que recibe o tolera a los extraños. La tan pregonada y cierta ferocidad del galgo con los animales domésticos: aves de corral, ratas, gatos e incluso otros perros, aunque sean cachorros, debe optarse como una característica de la raza que, además, ha sido exaltada a través de la selección y crianza de estos perros, buscando una mayor velocidad y coraje en la competición.
CRIA DE GALGOS DE CARRERAS
La selección a que han sido sometidos estos lebreles y los criterios de los diferentes propietarios y cuidadores, han hecho que prácticamente se crucen las mejores hembras con los campeones más relevantes. En este tipo de actividad, los colores de la capa, aunque muy atractivos para los apostadores no demasiado expertos, tienen poca o nula importancia a la hora de planificar el cruzamiento. Se estudian las líneas de sangre de la hembra y los posibles machos, que pudieran ser barajados para elegir el semental. Se anotan las victorias de padres y abuelos por las dos líneas, computándose totales y evaluando la importancia cuantitativa y cualitativa de las mismas.
Las hembras deben cruzarse a partir del tercer celo, y la primera vez sólo debe permitirse dos montas por parte del macho, para evitar un número elevado de cachorros. Durante la preñez, la hembra debe permanecer aislada de sus compañeros de perrera, dando largos paseos durante los treinta primeros días de embarazo. La alimentación en el último tercio de gestación, debe irse enriqueciendo con vitaminas, calcio y fósforo, aumentando la dosis de verduras y huevos.
El parto sobreviene, aproximadamente, a los dos meses del apareamiento (entre cincuenta y seis y sesenta días), y puede intuirse observando a la galga con las mamas hinchadas, inquieta pero tumbada durante muchas horas. Cuando el acontecimiento esté próximo, debe procurársele al animal, un recinto abrigado y seco, que pueda limpiarse fácilmente, para que alumbre la camada. Salvo en casos auténticamente excepcionales, las hembras de galgo, son capaces de atender al nacimiento y evitado de sus crías. La madre, recién parida, suele tornarse muy agresiva, impidiendo incluso a su amo que se acerque a los perritos. Debe respetarse este comportamiento y no intentar coger o molestar a los cachorros hasta que la perra vaya permitiendo que nos acerquemos.
La dieta para la madre recién parida, ha de enriquecerse notablemente y es conveniente ofrecer a la hembra en este estado, dos o tres comidas diarias, mejor que una sola muy copiosa. Vitaminas, sales minerales, han de aportarse en su justa medida, para evitar a la madre y a los cachorros posteriores carencias o enfermedades carenciales.
El normal desarrollo de los cachorros durante la lactancia debe vigilarse ayudando a la madre con papillas de cereales, como si de niños pequeñitos se tratase. Es frecuente que algunos cachorros sufran diarreas pertinaces, debidas a la ingestión de leche de vaca; en este caso, se procederá a sustituir ésta por leche descremada en polvo e incluso a suprimirla si continuara la sintomatología, ayudando a la madre e iniciando la dieta blanda de los cachorros con caldos de arroz muy claritos, carne finamente picada (caballo o vacuno) y pasada ligeramente por la sartén que, junto con verduras y huevos, serán la base de la dieta de destete y, posteriormente, de adultos.
Los pequeños galgos, deben crecer juntos hasta los tres o cuatro meses para que el cuidador o propietario, pueda estudiar las reacciones en el juego, la comida, etc., del cachorro en relación con sus hermanos. Esta fase es de crucial importancia para el posterior desarrollo psicológico del animal y nunca debe forzarse el ejercicio ni el aporte exagerado de calcio y vitaminas. Un exceso de calcio en estas edades puede provocar trastornos gástricos y renales, así como una osificación prematura de esqueleto, impidiendo el correcto desarrollo del animal.
Muchos criadores administran, a partir del quinto mes de vida, inyecciones de calcio en vena, de forma sistemática. A nuestro juicio, esta práctica es poco adecuada y sólo debe aplicarse en los casos que sea estrictamente necesario.
Cuando los cachorritos alcanzan el quinto mes de vida, debe comenzar a proporcionárseles la posibilidad de espacios abiertos, para que jueguen y corran a su albedrío sin forzar este tipo de ejercicios.
EL ENTRENAMIENTO DEL CORREDOR ALIMENTACION Y CUIDADOS
A partir de los seis meses de edad la dieta de los jóvenes galgos, debe comenzar a restringir las féculas e hidratos de carbono, intensificando las proteínas y equilibrando cuidadosamente las grasas. Los huevos deben comenzar a formar parte de la dieta; al principio, un huevo cada dos días por ejemplar, para, al cabo de treinta o cuarenta días, incluir un huevo diario. Las raciones deben suministrarse por separado a cada galgo, pues si no el dominante sería el que comería hasta saciarse, no permitiendo a sus hermanos alcanzar la ración mínima y dejando a los más débiles, prácticamente en ayunas. Al llegar a los ocho meses, los paseos por el campo sin forzar nunca la marcha, serán el comienzo de los ejercicios que deben presidir la dieta de estos atletas. A partir del año, puede comenzar el entrenamiento suave, con objeto de que las patas vayan habituándose al ejercicio y las almohadillas plantares adquieran su textura óptima.
Cuando los animales alcanzan el año y medio, están listos para comenzar de forma seria los ejercicios conducentes a convertirlos en campeones. La autoridad del cuidador debe cor tar todo tipo de peleas entre las colleras de entrenamiento y entraillar por grupos los ejemplares que mejores relaciones mantengan para habituar a los lebreles, a los compañeros de competición.
La alimentación de los galgos en período de trabajo, es un secreto celosísimamente guardado por cada preparador, pero aún respetando las distintas fórmulas, desaconsejamos las dietas que permiten una pequeña cantidad de alcohol en forma de cerveza o vino blanco. La carne es básica alternando con vísceras que hayan sido objeto de control veterinario: sesos, hígado y corazón; y en esta fase, es preferible la carne de vacuno que la equina, más fuerte y rica en grasa. Los lípidos, son reservas energéticas y su equilibrio en la dieta será, probablemente, la más difícil tarea del cuidador o prepara dor. Las vitaminas sintéticas son más fácilmente dosificables para su inclusión en la dieta y no deben olvidarse las verduras que han de formar parte de la ración del galgo sometido a períodos de trabajo.
El entrenamiento en la carrera debe comenzarse en campos, lejos de la ciudad y de carreteras con tráfico, de suficiente extensión y, cosa muy importante, exentos de túneles de topos y otros roedores subterráneos, ya que sus galerías pueden convertirse en trampas mortales para las patas de los lebreles. Más de un galgo prometedor ha quedado apartado de la competición al romperse algún hueso de las manos, fundamentalmente, por hundirse en alguna topera.
El campo de entrenamiento ha de contar con una gran extensión llana, pero también es conveniente que cuente con zanjas, peraltes y elevaciones de cierto grado para habituar a los corredores a la competición en campo por parejas.
El desarrollo de los lances de entrenamiento, permitirá clasificar los perros para las competiciones en que puedan mostrarse más aptos: campo, pista corta, velocidad, pista larga o fondo.
La parte física de cuidados y entrenamiento se conjuga con la psíquica en la que el adiestrador debe poner en juego toda su sabiduría. Frases cariñosas en tono de alabanza, cuando los perros cumplen los obje tivos brillantemente e incluso el premio de una pequeña golosina: el bombón de adiestramiento, del que particularmente no somos excesivamente partidarios. El castigo nunca debe ser físico; una frase dura en tono brusco e incluso un gesto de desprecio harán comprender al perro su error y, contrariamente, las caricias y halagos le estimularán a repetir la hazaña que haya realizado. Cuando el joven galgo cumple el año y medio de edad, debe comenzar el verdadero entrenamiento, si bien nunca con ejercicios muy duros o demasiado continuados. El entrenamiento tras conejos vivos y la captura y muerte de éstos, debe ha cerse de forma que el lebrel nunca como nada de la pieza cobrada, estimulando las capturas con premios psicológicos más que con comida. Como cualquier otra clase de perros, las golosinas están absolutamente prescritas y, salvo los bom bones de entrenamiento, elaborados con sustancias inocuas y enriquecidos con vitaminas, los dulces, bombones y caramelos, son elementos muy perjudiciales para los perros. Los huesos de animales pequeños susceptibles a astillarse, tampoco deberán administrarse a estos animales pudiendo, sin embargo, ingerir caparazones y cuellos de pollo de precio relativamente ajustado y fáciles de adquirir.
Tras el ejercicio moderado debe someterse al perro de competición a un masaje cuidadoso que elimine la grasa superflua de las masas musculares y, por otra parte, pueda ir moldeando la anatomía muscular. Este masaje se realiza con guante blando, acabándolo con la mano desnuda y puede o no acompañarse con una loción bactericidad especial para canes.
Cuando los lebreles ya han superado durante veinte o veinticinco días los ejercicios de calentamiento, puede comenzarse suavemente con las prácticas de galope.
Es fundamental abrigar con una manta especial al perro tras un galope prolongado y no olvidar el masaje antes de dejarle en la perrera.
EL UTILLAJE ESPECIFICO DEL GALGUERO
Como en cualquier otra actividad deportiva, existen una serie de útiles que específicamente ayudan a la preparación de los galgos. Las correas, collares, bozales, mantas, vendas y guantes de masaje, son el material básico que debe acompañar la cría y manejo de estos perros deportivos.
Deben elegirse las correas de cuero bien curtido y elástico que puedan engranarse a un pasamanos especial que permita la suelta de la collera. El collar de los galgos es algo tremendamente polémico, si bien, el que se utiliza preferentemente es ancho en la parte delantera, disminuyendo hacia la zona situada en la parte dorsocervical del animal. Este tipo de diseño, aceptado por la mayoría de los preparadores, no ahoga al perro, ni le produce cortes cuando tira y, según los exper tos, no embaraza al lebrel durante la carrera, aunque según otros, resta velocidad al romper la línea aerodinámica del galgo, ofreciendo resistencia al viento. Los bozales, obliga torios en pista y muy convenientes durante la preparación física y las salidas al campo, deben permitir que el animal abra la boca impidiéndole de paso morder al Compañero o los animales domésticos que encuentren durante los largos paseos de entrenamiento.
Los vendajes, muy utilizados en determinados países, como sujeción en manos y pies, sólo deben ser colocados por auténticos expertos y a nuestro juicio, en contadas ocasiones. Bine es cierto que, preparadores sumamente exigentes, utilizan vendajes de adelgazamiento para redistribuir las masas musculares y eliminar la grasa en determinadas partes del cuerpo. El guante de masaje y la manta, denominada Chaleco por alguno aficionados, deben ser de tejido cálido que no suelte pelo y fácilmente lavables.
Toda una serie de aparatos, los más de confección casera, complementan los accesorios del buen galguero: mosquetones de suelta rápida, dobles correas, collares de paseo y entrenamiento y bozales que, son una exposición permanente del ingenio que el hombre pone al servicio de sus animales favoritos.
Los recipientes para la comida y bebida también están sujetos a la peculiar predilección de los preparadores. Algunos alternan la administración del alimento a nivel del suelo, con su colocación en tarimas de unos sesenta centímetros de altura, al objeto de obligar a los músculos del cuello del perro para realizar un ejercicio equilibrado durante la comida.
La cama debe situarse sobre un entarimado de madera, tratada con productos antiparasitarios a unos ocho o diez centímetros del suelo como mínimo. Sobre ella irá la colchoneta que debe ser fácilmente lavable, para permitir una higiene absoluta. El baño del galgo, es origen de controversias y, aunque puede ser práctica común en climas cálidos y soleados, debe preferirse una limpieza a base de masaje con guante y lociones bactericidas que compro meten mucho menos la salud del galgo. La perrera ideal, estará compuesta por una habitación cubierta y seca que tenga acceso a un pequeño parque exterior. El alojamiento podrá ser individual o por parejas, siempre teniendo en cuenta el carácter paliar de cada perro. Deben también preverse recintos-enfermería para animales enfermos, cuyo aislamiento de los otros ejemplares, debe ser muy severo.
CUIDADOS DIARIOS CON EL VETERINARIO
La salud de los lebreles de competición, es una de las mayores preocupaciones de los preparadores. Un galgo físicamente sano, puede hacer un papel deplorable en una determi nada carrera por causa de un factor psíquico. De ahí la importancia de conocer el carácter de cada perro, tanto individual como colectiva mente. Cuentan de un Greyhound excepcional, ganador de la copa Waterloo que, de cachorro fue agredido por un ejemplar adulto de su especie con capa negra, y en las competiciones en que sus rivales ostentaban ese color de manto, se distraía de tal manera que, únicamente intentaba pelear con los perros así vestidos. Este comportamiento conocido por sus adiestradores, le autodescalificaba en tales competiciones. De análoga forma, en los canódromos podemos observar como magníficos ejemplares, calificados a priori como favoritos, tienen en algunas carreras la manía de estorbar a otro determinado compañero, abstrayéndose totalmente de su objetivo, alcanzar la meta. Este comportamiento, más frecuente de lo que a primera vista podría suponerse, forma parte de las llamadas manías o fobias de estas auténticas vedettes caninas. De igual forma, el carácter peculiar de los galgos, influye en su condición física, de tal manera que un disgusto, puede hacer que un perro no coma durante dos o tres días con el consiguiente debilitamiento y caída de preparación de cara a un evento importante.
Lógicamente, antes de una carrera o competición, el Galgo también percibe la electrización del ambiente, la ansiedad y emoción de sus preparadores y sabe, de alguna forma, que de él va a solicitarse un esfuerzo importante, preparándose para el mismo. Estos preludios a la competición revisten también gran importancia, y algunos expertos ofrecen a los campeones un ligero almuerzo, un par de horas antes de la carrera. Esta comida, es muy ligera y al tiempo, muy rica en proteínas y suele consistir en huevos o claras de huevos batidas.
Al masaje con el guante gris, pueden acompañarse fricciones con lociones bactericidas que, mantengan la sanidad de la capa. Simultáneamente debe prevenirse la eventual fijación de algún parásito externo: pulgas, garrapatas, etc... La utilización de collares insecticidas ha de escogerse con cuidado y observar si el producto que impregna el collar, no produce dermatosis, ni alopecias, afecta las mucosas del Galgo.
Si en todos los perros la desparasitación periódica, es importante, en los lebreles de competición, puede resultar fundamental. Tras el destete, los cachorros deben desparasitarse con un jarabe vermífugo un par de veces y, posteriormente, cada tres o cuatro meses se les debe administrar por vía oral, las dosis justas de vermicidas y vermífugos polivalentes. Estos medicamentos preventivos, no excluyen el análisis periódico de las heces que, al menos una vez al año debe ser enviada para su análisis por los servicios veterinarios competentes.
También deben vigilarse diariamente las orejas y conductos auditivos, la zona perianal, ingles y sobacos, procediendo a la limpieza de oídos con los bastoncillos especiales, impregnados en aceite de almendras, una vez al mes. En los Galgos, la inspección de las almohadillas plantares, membranas interdigitales, uñas y dedos reviste particular importancia y puede aconsejar baños de pies con agua de sal e incluso, aplicaciones de vaselina boricada.
Las afecciones reumáticas y musculares, acechan a los Galgos de competición debido a un descuido o falta de atención tras una carrera accidentada. De éstas, normalmente benignas y pasajeras, puede pasarse a la pulmonía e incluso, a determinadas enfermedades lumbares que pueden jubilar a un perro de competición.
Además de todas las enfermedades que son comunes a las otras razas de perros, los Galgos por su modo de vida y cohabitación con otros congéneres pueden ser afectados por la llamada tos de las perreras que, constituye una afección respiratoria a tratar inmediatamente por el facultativo correspondiente. Las afecciones de piel debidas a heridas por roces con ramas y raíces, además de las imputables a mordiscos son relativamente frecuentes en los lebreles. Deben limpiarse con agua jabonosa o agua oxigenada y desinfectadas con mercromina (solución de mercurocromo), o tintura de iodo. En el caso de mordiscos o he ridas profundas debe aplicarse una pomada cicatrizante.
En la preparación de los reproductores, no se requieren más que las precauciones debidas para cualquier otra raza; estricta y meticulosa inspección veterinaria, desparasitación interna y externa, separación de la competición un mes antes del apareamiento. Unicamente se recomienda para ejemplares particularmente mordedores y galgas primerizas, la colocación de bozales para evitar heridas superfluas que podrían inflingirse durante el preludio amoroso.
LOS GALGOS Y EL HOMBRE
Habiendo descrito exhaustivamente los pormenores de Greyhounds y Galgos españoles, utilizados en canódromos y competiciones por parejas en campo, así como algunas interioridades y curiosidades de este particular mundillo, sería injusto relegar la utilización de los lebreles en partidas de caza deportiva por aficionados sacrificados, auténticos entusiastas de estas razas y del trabajo que desarrollan.
Los Sloughi árabes componen otra de las razas que, conviven con los caballos pura sangre y son cuidados con mimo y celo por los magnates musulmanes. Estos perros se utili zan en su patria de origen, para la caza de pequeños animales y, sobre todo, de gacelas. Debe ser un espectáculo bellísimo poder observar la persecución de la gacela por la co llera de Sloughis y los lances de la carrera, quiebros, cambios de ritmo, etc...
El Saluki es otro Galgo cazador de pequeños antílopes que, hoy está consagrado fuera de su país de origen como animal de lujo o de compañía, aunque algunos aficionados estadounidenses tratan de establecer colleras de todas las razas de galgos existentes, para utilizarlos en trabajos de caza, de forma totalmente deportiva y exenta del mundillo de las carreras y de las apuestas. El Galgo húngaro, Magyar agar, se utiliza en Europa Oriental como cazador de liebres en campo y es muy apreciado entre los amantes de estas especialidades deportivas.
Los condicionamientos de la vida moderna, la regresión ecológica de los espacios naturales y el encarecimiento de la mano de obra, están yugulando la expansión e incluso el mantenimiento de las competiciones de lebreles. Cada día son más las perreras que cierran sus instalaciones y solamente van defendiéndose contra viento y marea algunos canódromos y los criadores y preparado res que para ellos trabajan.
Los Galgos deportivos son hoy en día, un lujo que muy pocos apasionados pueden permitirse. La revolución industrial, el abandono del campo y del medio rural, por una gran parte de la población mundial han sido los detonantes que han originado la recesión del Galgo como perro de trabajo, señor de los espacios abiertos, de la caza en la naturaleza y le van encasillando en animal de lujo o de compañía que, comparece en las exposiciones caninas de belleza, olvidando las competiciones en campo, en las que hierve su sangre tras la liebre veloz y esquiva, ofreciendo un espectáculo de reyes a los amantes del deporte canino.
Pero existe una faceta de los Galgos como cazadores de piezas mayores poco conocida y explotada; ciervos, corzos y gamos, pueden ser señue los de grupos o parejas que acosan, alcanzan y donaban la presa. Este tipo de cacería estuvo de moda en Inglaterra, durante los siglos XVIII y XIX, requiriendo gran número de batidores, zonas relativamente suaves en cuanto a orografía y relevo de los perros participantes. Hoy día, para este tipo de caza, el concurso de las armas de fuego, más sofisticadas ha impuesto la utilización de los perros de rastro, perros sabuesos y mestizos que, acosan y baten la pieza, expulsándola de sus encames y mateniéndola acorralada hasta la llegada del cazador.
Los otros lebreles, Irish Wolfhoun Deerhound, Borzoi y Afgano, antaño cazadores de grandes piezas, incluso de peligrosas como lobos jabalíes han abandonado las tareas en las que ganaron justificada fama de bravura y tesón para constituir hoy día razas de perros de compañía, guardería y defensa, lo que demuestra la versatilidad del mejor amigo del hombre: El perro.
Otra raza que pudiéramos considerar resto de pasadas grandezas es el Perro de los faraones, que clasificado por la F.C.I. entre los Galgos y Lebreles, es el indiscutible antecesor del popular Podenco, que esta incluido entre los Sabuesos y Perros de Rastro.
De todas formas, exceptuando Afganos y Borzois, las otras razas están confinadas en clubs de aficionados cinófilos y no entran a formar parte de jaurías de caza ni de collaras de trabajo. Naturalmente la desaparición de la caza y su consideración en países desarrollados como actividad deportiva de lujo ha sido factor más importante de la recesión de los lebreles.
La relación entre espacios abiertos naturaleza, hombre, caballo y lebreles ha pasado a la historia de la humanidad en Literatura, Pintura y Escultura y queda íntimamente ligada al hombre, señor de la naturaleza y al mismo tiempo, destructor de la misma.
El Galgo amigo, colaborador y compañero, es uno de los perros que con más justicia puede compartir la tienda de los nómadas del desierto en consideración a su rango y valía. La posesión y disfrute de los lebreles, exceptuando las razas enanas: Italiano y Whippet, está vedada a los habitantes de las grandes ciudades y a todas aquellas personas que no dispongan de grandes extensiones, espacios abiertos y campo Iibre.
El Galgo queda hoy como patrimonio de agricultores, hacendados y hombres de campo que, puedan aún disfrutar de una bonita carrera tras una liebre, una fría mañana de octubre.
|